¡Mir Zainen Do!

03/May/2011

Aurora, Patricio Brodsky

¡Mir Zainen Do!

28/04/2011
OPINIÓNLos judíos mantuvieron en el Gueto un sistema clandestino Autor: Lic. Patricio Brodsky, Buenos Aires, Especial para Aurora
¡Mir Zainen Do! Esta vez el título de mi artículo va en idish, la lengua de mis mayores y la lengua de los resistentes de los guetos, la lengua de muchos de los 6.000.000 de hermanos asesinados por los nazis.
Un 19 de abril de 1943 era Erev Pesaj, en Varsovia. Los judíos que aún sobrevivían al infame régimen nazi decidieron, a pesar de las circunstancias desfavorables, que era mejor morir libres, peleando contra sus asesinos, que continuar una resistencia menos vistosa pero igual de ejemplificadora, porque no es cierto que nuestros hermanos se “dejaban llevar como ovejas al matadero” como suele plantear el “sentido común”, el prejuicio, de quienes desconocen la idiosincrasia del judío.
En efecto, una multiplicidad de lo que podríamos llamar formas de resistencia activa se fueron desarrollando clandestinamente aun en las peores condiciones. En efecto, en el Gueto de Varsovia, donde la gente moría de hambre a una tasa promedio de 50 personas por día, y donde los nazis habían impuesto todo tipo de prohibiciones y restricciones, los judíos, hacinados, hambrientos, enfermos, debilitados pero con un espíritu indomable mantuvieron un sistema clandestino que desafiaba las prohibiciones.
El Judenrat tuvo permiso de los nazis para organizar cuatro escuelas primarias, de los grados primero a tercero, para los niños del gueto. Pero junto a esto existía un extenso sistema clandestino organizado por las organizaciones juveniles que cubría todos los grados.
La vida cultural incluía un diario (en ocasiones clandestina) en tres lenguas: idish, polaco y hebreo. La actividad religiosa incluyó por un tiempo celebraciones judías permitidas abiertas mientras que, en otras ocasiones, se realizaron reuniones en domicilios particulares con los rabinos.
Así mismo, se llegaron a dar conciertos de música clásica en el gueto. Marcel Reich-Ranicki cuenta que no había dificultad en encontrar excelentes violinistas y músicos de instrumentos de cuerda en general; más difícil, según él, era la búsqueda de músicos de instrumentos de viento. En general, éstos no tenían exi- experiencia en orquestas sinfónicas, ya que eran músicos de jazz y de pequeños grupos. Sin embargo, se esforzaron para este fin y se lograron buenos resultados. También hubo obras de teatro y exposiciones de arte. En muchos casos los artistas eran figuras prominentes de la vida cultural polaca de entonces.
Uno de los más notables esfuerzos de preservación cultural en toda la historia fue liderado por el historiador Emanuel Ringelblum y su grupo Oyneg Shabbos, que recolectó documentos de personas de todas las edades y posiciones para crear una historia social de la vida en el gueto. En total, se estima que obtuvieron cerca de 50.000 documentos históricos, incluyendo ensayos sobre varios aspectos de la vida en el gueto, diarios, memorias, colecciones de arte, publicaciones de la prensa ilegal, diseños, trabajo escolar, pósters, entradas de teatro, recetas, etc. Estos documentos fueron escondidos de los alemanes en tres lugares separados, y dos de ellos han sido recuperados, siendo la fuente primaria de investigación sobre el Gueto de Varsovia.
También se mantuvieron en forma clandestina una escuela de enfermería, varias ieshivot y un sistema de bibliotecas. Es interesante en un medio en el cual uno no sabía si al otro día iba a estar vivo ver el reglamento de las bibliotecas que incluía severas multas a quienes no devolvieran los libros a término. Esto se refiere a un espíritu apegado a la vida que cree que siempre hay posibilidades.
El espíritu judío, en especial el espíritu de los resistentes y luchadores de los guetos, se halla resumido en la frase que abre el “Zog Nit Keinmol” o Himno de los Partisanos, compuesto en el Gueto de Vilna en 1943 por un joven judío llamado Hirsh Glick, cuyo texto comienza y finaliza con la misma estrofa:
Nunca digas que esta senda es la final, acero y plomo cubren un cielo celestial; nuestra hora tan soñada llegará y resonará nuestro paso: ¡Henos acá!
Esta frase, a mi entender, resume con una maestría asombrosa para un joven de 21 años, como tenía Glick en el momento de su escritura, solo hay que pensar en las condiciones en las cuales Glick escribió la poesía del Partizaner, ya los nazis habían asesinado a más de dos tercios de sus víctimas, ocupaban la mayoría de Europa mientras su sistema de campos de exterminios y guetos estaba en su apogeo. Sin embargo, un joven combatiente, hambriento y desarrapado, que había visto morir a familia y amigos transmite un mensaje positivo y de vida: “Nunca digas que esta senda es la final”, o sea siempre hay posibilidades de un mañana, nunca hay que darse por vencido; y termina la estrofa (y la canción) diciendo “¡Henos acá!” Todavía estamos vivos, no pudieron con nosotros.
Ese espíritu resume la idiosincrasia del judío, su indomable espíritu que ha atravesado innumerables circunstancias adversas en la historia. Al respecto, para tener un mapa global de las adversidades que atravesó nuestro pueblo citaremos a Simón Wiesenthal:
En la época de la declinación del Imperio Romano, la proporción de judíos en la población total alcanzaba del 7 al 8%. La estimamos en alrededor de cuatro millones de personas, incluidas las que vivían en la Mesopotamia. En Palestina se contaba medio millón de judíos en la época de Jesús, hasta alrededor del año 70.
En cerca de dos mil años, como consecuencia de las persecuciones, del bautismo forzado, de la asimilación y de las masacres masivas de la era nazi, el número de judíos pasó de cuatro a sólo 14 millones en nuestros días. Comparemos estas cifras, por ejemplo, con la población de las Islas Británicas, que en el mismo período, pasa de 1 a 55 millones de habitantes, por más que conocieron epidemias y guerras. Si los judíos hubieran tenido la posibilidad de crecer como los británicos, serían hoy más de 200 millones sobre la tierra.
¿A que se parecería tal mundo? ¿Qué representaría el potencial cultural de 200 millones de judíos? Para concebirlo, es suficiente mirar el florecimiento de la vida intelectual en Alemania desde el siglo XVIII y sobre todo en el XIX y más tarde en el XX, que dio nacimiento a una cantidad impresionante de personalidades: sabios en todas las disciplinas, médicos, químicos, físicos, sociólogos, politicólogos y psicólogos, revolucionarios, economistas y hombres de ley. Los nombres siempre citados de Marx, de Einstein y de Freud representan sólo la parte emergente de un iceberg pero con un potencial creador grande como las dimensiones de un continente, que se liberó del ghetto para dar la espalda a una existencia miserable, hecha de privaciones y de prohibiciones.
…Y sin embargo aún “Henos acá”, hoy retornados a Eretz Israel. Nuevamente recurrimos a Simón Wiesenthal:
La historia secular de los judíos es la de un pueblo que sobrevivió a catástrofes. Los judíos están siempre ahí, luego de Egipto, luego de Babilonia, luego de la victoria de Roma sobre el antiguo Israel, luego de España y de las persecuciones de la Edad Media, luego de Hitler. Pero la Biblia y los profetas lo prometieron: sobrevivirán.
Nuestro mandato es la memoria, Zajor. El mismo Simón Wiesenthal lo afirma: “Siempre habrá judíos mientras recuerden. No hay pecado más grande que el olvido”.
De allí que hoy nos hallamos conmemorando un nuevo Iom Hashoá, y hoy recordamos a nuestros héroes y mártires, a nuestros titanes e inmolados. Porque no hay pueblo sin memoria. Sin memoria no hubiera habido pueblo luego de 40 años en el desierto;… sin memoria no hubiera sobrevivido el pueblo durante 20 siglos en la diáspora;… sin memoria hoy no habría Medinat Israel…